Ayer me llegó un e-mail. Aún me acuerdo de cuando lo que me llegaban eran cartas. (Bueno, tampoco soy tan vieja). Era genial abrir el buzón y encontrar un sobre con tu nombre escrito a mano, sin ventanita de plástico y sin abrefácil. Un sobre con tu nombre, su nombre y la cara del rey en la esquina. Lo abría por las escaleras, lo leía por el pasillo y al llegar a mi habitación, era un poquito más feliz. A veces, la carta me traía novedades de Valladolid, a veces de Madrid, muchas veces de Hradec Kralowé, un pueblecito de la República Checa, otras veces de Hessen, alguna que otra de Belgrado, de vez en cuando una postal de Costa Rica, de Egipto, de Nueva York, de Venecia, de algún país africano del que no recuerdo el nombre. Ahora sólo me llega alguna postal de vez en cuando, y casi siempre sé que me va a llegar.
Decía que ayer me llegó un e-mail. Provenía de Dresden, en Alemania, pero no traía sello ni sobre de papel reciclado. Si por apariencia fuera, podría haber sido de Singapur, de Tegucigalpa o de Brenes. Si la información que contenía hubiera venido en un sobre, habría cogido éste del buzón, habría subido las escaleras mirándolo, sin querer apenas tocarlo. Y una vez en casa, en el salón, hubiera reunido a toda mi familia. Se hubiera creado una atmósfera hollywoodiense de después de comer, mi hermana y mis padres me hubieran gritado que lo abriera, yo me hubiera hecho de rogar un poquito, no mucho porque los nervios hubieran estado a punto de provocarme una embolia, pero le hubiera dado emoción a la cosa, habría jugado con el sobre, dándole vueltas sobre sí mismo, observando cada detalle, cada diente del sello, el estilo de letra impreso, hubiera comprobado que mi dirección estaba bien escrita, así como mis apellidos, hubiera intentado buscar en mi memoria el nombre del remitente, hubiera mirado la marca del sobre… en fin. Una vez abierto, hubiera buscado la palabra mágica entre la morralla. Hubiera levantado los ojos para ver tres caras temiendo lo peor, deseando lo mejor. Hubiera sonreído y… final feliz made in Hollywood. Mi padre se hubiera quedado más ancho que largo, mi madre, que es capricornio, hubiera dicho “ya sabía yo que iba a ser que sí” y mi hermana me hubiera sonreído como sonríen las hermanas mayores cuando se sienten orgullosas de sus hermanas pequeñas, pero no lo van a demostrar.
Pero eso eran otros tiempos. Ayer lo que hice fue “click” sobre el asunto del correo electrónico. Busqué la palabra mágica y sí, la encontré, pero me quedé sentada en la silla y dije: “oye, que me han invitado a las entrevistas en Dresden”.
Puede que sea una romántica y una peliculera, pero… me podrían haber mandado una carta, ¿no?
5 comentarios:
Te iba a decir que no lo leyeras, que lo pasaras por la impresora y liaras el espectáculo. Pero ya lo has leído. Bueno, míralo por otro lado: vienes, lo cuentas, y aquí yo te felicito por el mail.
:)
Aunque no me queda muy claro qué es eso de las entrevistas.
Jeje... yo te lo aclaro: es una entrevista de selección para un doctorado. Cuando vaya y vuelva, podré decir que llegué hasta el paso clave de selección, y que volví con las manos vacías, pero... que me quiten lo bailao! Gracias por pasarte.
Salud y suerte.
Ahhhhhhhh, ahora sí...
;)
Hmmm... ¿cómo se pone sello a un comentario de blog? En cuanto lo averigüe te lo hago
Gracias Achab! Seguro que entonces le doy más coba al ratón antes de clicar, jeje.
Publicar un comentario