viernes, 25 de agosto de 2006

Pero bueno...

... ¿es que a nadie más le da pena?

miércoles, 23 de agosto de 2006

¡A la hoguera con él!


Que Günter Grass se enroló voluntariamente a los 16 años en la Schutzstaffel (SS). Que por ahí han dicho que le quiten el premio Nobel. Mira yo... será porque me han educado en un colegio alemán y he mamado cultura alemana desde que era muy pequeña, pero eso de quitarle el Nobel me parece un poco fuerte. No se lo han quitado a Kissinger, que por mucho desarme que propiciara, también anduvo por ahí pululando en Chile, Uruguay y Argentina, y se lo pretenden quitar a Grass. [Inciso: yo no es por meter el dedo en la llaga, pero el Nobel de la Paz es "un pelín" más significativo que el de Literatura]

No no no... estamos confundiendo las cosas. ¿Que ese chaval con 16 años se enrolara en las SS significa algo acaso? Joder, yo con 16 años me quería ir de casa para ir al Himalaya (no es coña). ¿Y el resto de su vida? ¿No cuenta? Que por qué no lo ha dicho antes. Pues no ves tú la que se ha formado y lo ha dicho el hombre con 80 tacos, como lo dijera en plena Guerra Fría se lo comen con papas. Y si se llega a saber cuando estuviese muerto, a vilipendiarle, total, ya no se puede defender... Yo opino que el amigo Günter lo ha dicho cuando debía. Ni antes ni después. ¿Cuántos chavales entraron en las Juventudes Hitlerianas, en las NAPOLA, en las SS... sin saber siquiera dónde se estaban metiendo? Eso era lo que hacía la mayoría, lo que estaba bien hecho, y punto. Y con un tío loco con bigote quemando libros por las esquinas y metiendo gente en cámaras de gas no estaba la cosa para discutir. Creo yo. Bueno, y si le quitan el Nobel, no seamos nosotros menos y que vayan Felipe y Letizia con la pequeña Leonor y ¡fláscata! que le quiten también el Príncipe de Asturias.

martes, 22 de agosto de 2006

Hablemos de cine

El cine me gusta mucho. Creo que lo llevo en la sangre, o algo así. Mi madre siempre sabe quién es el malo en las pelis de intriga, mi padre siempre entiende la película antes de que termine ( y por supuesto nos lo dice en medio de la sala), y mi hermana es categórica cuando afirma que una película es buena y otra mala. Bueno. Es que mi hermana es categórica siempre.
El caso es que siempre que conozco a alguien nuevo me pregunto: ¿qué películas verá? y siempre que veo una película por primera vez me pregunto: ¿a quién gustará esta película?
Me gustan las películas de superhéroes, y las bélicas. Me gustan los "grandes clásicos" (odio esta denominación, pero para que se me entienda...) y me he enamorado de Rick Blaine, lo admito. Me hubiera gustado cabalgar con Peter O'Toole y Omar Sharif por Arabia, y jugar al gato y al ratón con Audrey Hepburn en Charada. Ojalá hubiera un Tiffany's en Sevilla para desayunar frente a su escaparate, y siempre que hablan del asunto de Marbella pienso en Al Pacino en El precio del poder. La ruleta rusa de El Cazador vuelve siempre a mis pesadillas, mientras que cuando sueño bonito, lo hago dentro de una peli de Tim Burton, a ser posible Big Fish. La extraña pareja formada por Lemmon y Matthau me mata de risa en Con faldas y a lo loco, y, lo admito, he visto Ben-Hur más de cuatro veces. Me he enamorado de Ewan McGregor en Moulin Rouge, de Roberto Benigni en La vida es bella, de Clint Eastwood en Los Puentes de Madison, de Hugh Grant en Notting Hill, del amigo despechado en Love Actually, de Paul Newman en la escena de la bici de Dos hombres y un destino, de Ralph Fiennes en El Jardinero Fiel (y también en El Paciente inglés), de James Dean apedreando una casa blanca en Al Este del Edén... en fin. Me encanta ver una y otra vez La gran evasión, El Puente sobre el río Kwai y Doce del patíbulo, me da miedo cada vez que This is the end da comienzo a Apocalypse Now, me río siempre que veo La cena de los idiotas, lloro irremediablemente con Billy Elliot, y me emociono en Dogville y Manderlay.
Siempre estoy dispuesta a ver una película, aunque sea repetida. Me gustaría acordarme de todas las que he visto y poder apuntarlo. Y comentarlas con mi gente. Podría estar horas hablando de películas vistas, de las que quiero ver, de las que me perdí. Me da miedo saber que me voy a perder miles de películas, que no hay tiempo para verlas todas (igual que no hay tiempo para leerlo todo, pero sobre eso ya me enrollo otro día).
Hubo un par de personas a las que les pasaría lo mismo que a mí, y crearon Filmaffinity.
Creo que es la página que más consulto últimamente... votas las películas que has visto, el sistema lo cruza con las votaciones de miles de usuarios y crea "almas gemelas". Así, cada vez que vayas a ver una película, puedes saber qué opinaron de ella las personas más afines a ti. Pensé que a lo mejor a alguien más le servía de utilidad.


PD: Si queréis añadirme como "amigo", mi nombre de usuario es Elenita_ (sí, con un guión bajo al final).

domingo, 20 de agosto de 2006

Silvio Rodrí digo... Roca


Hoy vengo cabreada. Vamos a ver, Sevilla no es una ciudad que se caracterice por acoger buenos conciertos. Casi todos los buenos grupos y cantantes van a Málaga, y eso si vienen al sur, porque bien sabéis que se suelen quedar por el circuito norte: Madrid, Barcelona, Gijón, Bilbao... Bueno, el caso es que viene poca gente a Sevilla. Dicen que somos un mal público. Lo dudo. En los (pocos) conciertos a los que he ido en Sevilla, el público se ha entregado siempre. Ya fuera Luis Eduardo Aute en el Teatro Lope de Vega, como Maná en el Estadio Olímpico, como Alejandro Sanz (sí, lo confieso) en el Auditorio, como cualquier cantautor local (Javi Osorio, Alfonso del Valle) en La Carbonería o en el Perro Andaluz, como festivales completos, como el de TerritoRios este año en el Auditorio. No sé. Yo creo que nos merecemos que venga más gente, nos portamos bien con el artista. El caso es que el otro día iba por la calle y veo un cartelón gigante: "Silvio Rodríguez en Sevilla, 16 de Septiembre, Auditorio de la Cartuja". Me froto los ojos, me acerco... sí, es Silvio, y viene a Sevilla!!! Llamo a toda la tropa: chicos, viene Silvio, tenemos que ir. Elenita, pero si tú te vas el 17 a Alemania.
¿Y qué? Suerte he tenido de que venga el 16... Total, que ya tenemos un grupete apañado para ir a ver a Silvio... ole ole... me acerco ayer al templo del consumismo (El Corte Inglés) a preguntar por las entradas. A ver, decid un precio. Hay tres zonas: pista (en el suelo, delante del escenario), grada baja y grada alta. ¿Cuánto le echáis? Tic, tac, tic, tac... Tranquis, que os lo digo yo: 43 eurazos en pista, 38 eurazos en grada baja y 32 eurazos en grada alta, allí donde Cristo perdió el mechero. Y la culpa es del público, ¿no? Vengayahombre... ¿Hay derecho a que Silvio cobre 43 euros (7154 o sietemilcientocincuentaicuatro pesetas, que se dice pronto) por verle? Venga vale, es un gran autor, y sabe que tiene a cierto público asegurado. Sabe que la gente va a ir a verle sólo para que cante Ojalá. Sabe que la gente no ha escuchado su nuevo disco pero le da igual, él viene a cantártelo de pe a pa (ya lo hizo en 2004 en Madrid) y luego cuatro o cinco de las antiguas. Y sí, te gusta porque es Silvio, porque te han enseñado y has aprendido a amar sus letras y su voz. Pero por ésta no paso. Me niego a pagar cinco mil pesetas (32 euros, la más barata) para ver a un Silvio que va a mangonear a un público que, como siempre se entregará. Si así están las cosas, casi prefiero que no venga nadie a cantar aquí.

viernes, 18 de agosto de 2006

Mas obesos que desnutridos

1.000 millones de personas padecen ya sobrepeso en el mundo, mientras que 800 millones sufren desnutrición

He leído esto y sé que quiero decir algo sobre ello. No sé el qué, pero quiero decir algo. ¿Sólo me alarma a mí? ¡¡¡Decidme que no, pordios!!!
Aquí pagamos por adelgazar, y no muy lejos se mueren de hambre. Cuando de chica me dejaba algo en el plato, mi madre me decía: Elenita, cómetelo todo que hay muchos niños muriéndose de hambre. Y yo protestaba: pero mamá, esta comida ya no podemos dársela, ¿qué mas da que la deje?
No quiero vivir en un mundo en que consumimos por consumir, comemos por comer y bebemos por beber. Sin hambre, sin sed, sólo porque ha salido el Aquarius ése que sabe a flas de coca-cola derretido, o porque han salido las nuevas galletas "chocochips", o por ir al nuevo restaurante de la esquina, sólo por estar en la sociedad. Me niego.
Vamos al cine y TENEMOS que comprar algo de comer. ¡¡¡No!!! ¿Por qué, si acabamos de cenar, o vamos a cenar luego? Estando en Canadá me he dado cuenta de que a veces comíamos porque era la hora, no porque tuviéramos hambre. ¿Y por qué, cuando vamos a un restaurante, siempre pedimos postre? Yo en mi casa me como una pieza de fruta y listos.
Odio volver a darme cuenta una vez más, pero cada vez nos gobernamos menos a nosotros mismos.

miércoles, 16 de agosto de 2006

Canadá (III)

Quebec es una ciudad que conserva sus murallas (la única de América del Norte). Dentro de las murallas, todo se parece a Francia. La ciudad se convierte en pueblo y todo el mundo pasea. Coincidió que cuando estuvimos allí se celebraban Les Fêtes de la Nouvelle France, y todo el mundo andaba por la calle disfrazado así:


Quisimos seguir emulando a Verano Azul, así que un día alquilamos unas bicis y fuimos a ver las cataratas del Montmorecy. Mucho menos colapsadas que las del Niágara, nos gustaron mucho más, aunque sí, vale, no son tan impresionantes. Nos tomamos un descansito en unas rocas, junto a unos rápidos. Si es que a nosotras lo que nos gusta es el campo, leñe.


En Quebec se puede pasear por la callecita de los pintores, se puede cotillear por los puestos, es una ciudad tranquila. Había espectáculos por la calle, con motivo del Festival. El último día nos dimos un homenaje y cenamos raclette. Quien no la haya probado nunca, adelante.


Paseando por Quebec y comiendo raclette. Maremía qué hambre.

Del viaje sólo nos quedaba volver a Toronto y luego a España. Llegamos sin mochilas, y las recibimos tres días después. Y eso que íbamos a Barajas y no a El Prat...

PD: Canadá (I) y (II) sólo se ven editadas desde el Archivo de Agosto. No sé por qué, Blogger no moe quiere.

miércoles, 9 de agosto de 2006

Pedro y el Lobo (sugerido por Florecilla)

Cuando era pequeña, íbamos cada tarde a visitar a mi abuela. Nos montábamos los cuatro en el seat 127 amarillo y hala, a merendar a casa de la abuela. Llegábamos, y nada más entrar, mi hermana y yo cogíamos nuestras sillitas plegables del armario del pasillo. Al entrar en el salón, colocábamos las sillas delante de la tele y dábamos un beso a mi abuela y a mi tía. Más tarde, mi tía nos diría que a mi abuela se le encendía la cara al vernos. Los mayores se ponían a hablar y nosotras veíamos la tele. Yo me aguantaba viendo “La Aldea del Arce” porque luego mi hermana se aguantaba viendo “Campeones”, o los “G-Joe”, o cualquiera de las series para niños que me gustaban a mí. La verdad es que de pequeña, siempre quise ser un niño.
Mi tía nos preparaba la merienda. Un vaso de leche y bocadillitos de galleta con mantequilla y azúcar. No he vuelto a tomarlos, creo que me traerían demasiados recuerdos. A veces había pan con chocolate. Mi abuela nos preguntaba cosas sobre el cole, sobre nuestros amigos, se escandalizaba de que asistiéramos a tantas “actividades extraescolares” (Niña, me las vas a matar con tantas cosas por las tardes). A veces incluso le cantábamos alguna canción. Y así pasaba la tarde. Hasta el día siguiente, en que todo volvía a repetirse.

Tengo una familia bastante grande por esa parte. Unos veintipico primos. Sé que éramos los únicos que íbamos cada tarde a ver a mi abuela. Cuando murió, en el hospital, yo tenía12 años, y mi hermana 15. No íbamos todos los días a verla, pero cuando íbamos, dice mi madre que se le encendía la cara.
No sé cuántas horas pasaban cada tarde en ese salón, pero yo no tengo recuerdos de estar en casa haciendo deberes, o simplemente estando en casa. Las tardes eran para pasarlas en casa de la abuela. Llegaba un momento en que mis padres decían de irnos, y nos íbamos. Nos montábamos en el seat 127 amarillo, y hala, a casa. En el coche, mis padres nos ponían alguna cinta.

Solía ser Pedro y el Lobo, de Prokofiev. Y yo me hacía la dormida para que mi padre me llevara en brazos hasta casa.

martes, 8 de agosto de 2006

Canadá (II)

En Toronto subimos a la CN Tower, y como dice el chiste, desde la torre más alta de Toronto, lo que se ve es “torontontero”, así que con un poco más de vértigo y un poco menos de curiosidad bajamos a la superficie, a 22km/h y con los oídos muy taponados.

CN Tower, de día. Y lo que se ve de noche, es decir, la malla de protección. De Torontontero, nada.

VIA Rail Canadá hace descuentos para estudiantes, así que amortizamos los euros que nos habíamos gastado en sacarnos el ISIC y nos fuimos a Ottawa, la capital que no parece capital. Casas señoriales, castillos como de la Edad Media, canales con esclusas, y un Parlamento precioso sobre una colina. Sobre la fachada del edificio proyectaban por la noche un espectáculo de luz y sonido: Canada, the spirit of a country. Precioso. Lo que más me emocionó fue que al final, cuando sonó el himno nacional, todo el mundo se puso en pie. Los canadienses se identifican con su país, y luchan para que sea perfecto en la medida en la que pueden. Me gusta ese tipo de patriotismo. El héroe nacional es Terry Fox, un tipo que, con una pierna ortopédica, corrió por todo Candá en su Marathon of Hope para recaudar dinero para la lucha contra el cáncer, que le arrebató su pierna derecha cuando tenía 18 años.

Todas las personas con las que nos encontramos durante todo el viaje fueron amables con nosotras, y nos brindaron toda la ayuda que necesitamos. Les gusta dar esa imagen entrañable, y nada más llegar, se nota. Les gusta serte útiles.

Volviendo a la crónica, en Ottawa es imprescindible pasear por Byward Market, un mercado de los antiguos, con miles de puestecillos en los que pararte a curiosear y buscar aquél en el que el sirope de arce (esto es lo que dice Wikipedia sobre él) sea más barato. Dormimos en la antigua cárcel de la ciudad, ahora reconvertida en hostal. No está mal, pero las camas son algo incómodas...
Un día almorzamos en un restaurante clavadito al de Grease. Los mismo batidos, las mismas torres de tortitas... genial!

Byward Market, y mucho sirope de arce. El hostal da un poco de grugru, pero luego te acostumbras. El Parlamento. Lo siento, pero las del espectáculo salen muy oscuras.

De Ottawa cogimos otro tren hasta Montreal. De nuevo, miles de rascacielos y calles trazadas con tiralíneas. Nos pilló allí una ola de calor. Pero no seco, como el de Sevilla. Aquello parecía una sauna, casi era posible ver la humedad suspendida en la atmósfera. Y por las noches, el chaparrón “made in Canada” de turno. Dos noches estuvimos, dos chaparrones nos cayeron encima.


Rascacielos e iglesias a punta pala. Chinatown. La zona del puerto.

Muy bonita la parte del puerto y muy interesante la ciudad subterránea. Vimos muchos gays y lesbianas por la calle, y casi todas las tiendan ondeaban la bandera gay. Nos preguntamos si es que estaríamos en el barrio gay de Montreal... pero no. Se trataba de los Outgames, los primeros juegos olímpicos para gays, lesbianas y transexuales, que se estaban celebrando allí justo cuando llegamos nosotras. Aprovechando el 30º aniversario de los JJOO de Montreal 1976, pues allí que estaban compitiendo. Muy buen ambiente

Una vez más cogimos un tren y nos fuimos hasta Quebec. Pero eso será otro día.

lunes, 7 de agosto de 2006

Canadá (I)

Fue un poco improvisado. Una frase casual, dicha durante la comida:

¿Y por qué no os vais a Canadá?: hay bosques, Parques Naturales y hace fresquito

Bueno, busquemos vuelos... no bajaban de los mil y pico euros. Canadá se nos aparecía lejos. Aquel lunes, A. fue a la agencia donde su padre, viajero empedernido, siempre contrata los vuelos. A las 10.30 habíamos quedado
para ir a solicitar nuestro título de licenciadas a la Facultad.

Elenita, ¡¡¡que nos vamos a Canadá!!! -exclamó A. blandiendo un papelito al salir de su casa-... por 750€ ida y vuelta!!!! No podíamos dejarlo escapar. Al llegar a la Facultad, fuimos al laboratorio a ver a R.

Nos vamos, R, y te tienes que venir.
Llevas dos años ahorrando para irte de viaje fin de carrera.
Bueno, vale, nos vamos.


Y al día siguietne organizamos el tour. Toronto, Grandes Lagos, London, Ottawa, Montreal, Quebec... reservamos hostales, miramos precios, horarios, coches... y yo al día siguiente me iba a mi pueblo. Estrés hasta en vacaciones, para no variar. Y en menos de una semana estábamos montadas en el autobús a Madrid. Casi no nos lo creíamos. Creo que no éramos muy conscientes. Autobús, avión a Philadelphia, otro avión a Toronto...
En el aeropuerto de Philadelphia, y nuestro Pontiac... más lindo...

Casi 27 horas de viaje para llegar a Toronto y buscar el hostal. Un poco cu
tre, pero al menos no tuvimos que compartir habitación. A la mañana siguiente nos fuimos a alquilar un coche, un Pontiac Pursuit automático... y rumbo a las cataratas del Niágara. Dececpcionantes, por el circo que tienen montado a su alrededor. Si te abstraes, son muy bonitas, y hasta impresionantes. Dicen que si has visto las del Iguazú son como una bañerita. Bueno. No estuvieron mal.
Cataratas... el barquito "Maid of the Mist" y un mini Las Vegas justo al lado...

Rumbo a London, Ontario. Chaparrón “made in
Canada” al llegar a la ciudad. Llegamos al albergue, Patrick entró en nuestras vidas, con su maravillosamente llevado albergue, su amabilidad, su buen humor y su incondicional ayuda. Patrick, we love you!!!

Visitamos el Parque Nacional de Point Pelee , alquilamos unas bicis y llegamos a la punta más septentrional del Canadá continental. Aprendimos sobre mariposas gracias a un peculiar guía parecido a Richard Attenborough el de los documentales, vimos mariposas monarcas que se preparan para su migración a México, disfrutamos del único lugar de Canadá donde no se han talado árboles... en fin, somos Ambientólogas, se puede decir que disfrutamos.

Eso es un lago, el Erie, no el mar. Y eso es la punta Pelee, el extremo más al sur de Canadá. Y eso es Verano Azul en Canadá.

Patrick nos ayudó a conseguir alojamiento en Tobermory, en la punta de la Península de Bruce, otro Parque Nacional precioso que ocupa, como su propio nombre indica, una pequeña península que se adentra en el lago Hurón. Muchos lagos, carreteras minúsculas entre bosques densísimos, bahías con aguas cristalinas, una preciosa puesta de sol, un momento de crisis porque nos quedábamos sin gasolina... Nos alojamos en un poblado indio. Sí sí, como en Bailando con Lobos, en un tipi con pieles de animales por el suelo y todo... fue todo muy auténtico, hasta el chaparrón “made in Canada” que nos cayó encima en medio de la noche. Autentiquísimo.

Una de las bahías en la Península de Bruce. Mirando estrellas fugaces con nuestro tipi al fondo.

Al día siguiente volvimos a Toronto... continuará.