jueves, 14 de enero de 2010

Ficciones

Esta mañana venía escuchando Fito y como suele pasarme a veces, escucho por "primera vez" un verso que llevaba oyendo mucho tiempo. Le doy un nuevo significado, o un significado y punto. El verso que me ha encendido una bombillita hoy ha sido "Qué te metes, Don Quijote, pa flipar con los molinos?


Mucha gente vive en un mundo paralelo, en el mundo de su imaginación. Mucha gente piensa que las cosas son de una manera, cuando en la realidad objetiva en la que vivimos, son de otra. La gente finje cosas, esconde cosas, se plantea los problemas de una manera irreal, y acaba tratando a los demás en base a esa fantasía. Y los demás asistimos atónitos al espectáculo de esta gente "flipando con los molinos".

Lo que esta gente "se mete" para conseguir entrar en ese estado de despegue de la realidad es su ansia por cumplir sus deseos, sus sueños. Es un ejercicio válido. Es válido emborracharte de tus propios sueños para hacer que tu realidad se parezca más a ellos. Es válido incluso plantearse el día a día como si fuera una novela o una película en la que uno es el protagonista y tiene que hacer que todo salga bien. Lo que no es válido es arrastrar a los demás a esa fantasía, porque los demás no pertenecen a ella. O sí, pero sólo en la cabeza del dueño de dicha fantasía. Sólo porque tú pienses que tu casa es más bonita que la mía no tienes derecho a hablarme, tratarme y actuar como si eso fuera verdad, por poner un ejemplo banal. Sólo porque tú pienses que tu manera de hacer las cosas es la mejor, la más correcta o la que mejores resultados da, no tienes derecho a dar eso por sentado frente a los demás.

Creo que tiene un poco que ver con la capacidad de ser empático. Con la capacidad de salirse de su propia realidad para meterse en la de los demás. O, si no meterse, al menos ser capaz de admitir que existe y contemplarla.


lunes, 4 de enero de 2010

Queridos Reyes Magos:

Me llamo Elena y tengo 26 años. Supongo que no recibiréis muchas cartas de gente de mi edad, o a lo mejor sí, pero supongo que serán cartas imaginarias, que mis coetáneos piensan o imaginan, más que escriben. Yo este año siento la necesidad de escribiros y contaros mis deseos. Este año me he portado bien, creo. He vivido según mis valores, y he cambiado algunos para volverme algo más egoista, pero creo que eso no es demasiado malo. He escuchado a mis amigos, tanto cuando me necesitaban y me lo pedían, como cuando yo sentía que no tenían fuerzas para pedírmelo. He invertido mucho tiempo y muchos sentimientos en gente que luego no ha resultado ser como yo pensaba, pero eso también me ha enseñado mucho. He trabajado menos de lo debía, o al menos, no tan eficientemente como debía. Sin embargo, me he prometido a mí misma (y a vosotros ahora) que en dos mil diez voy a mejorar eso. Tampoco he cuidado mi salud tanto como debiera, y en eso también prometo reformarme.

Mi deseo para este año no es nada material; ya sé que a los camellos les cuesta mucho andar por la nieve. Pero como sois magos, y podéis cumplir deseos inmateriales, este año quiero que me traigáis un AÑO, con mayúsculas. Quiero 365 días (bueno, ahora ya sólo son 360) de verdad, cada uno con 24 horas que merezca la pena vivir. Las de sueño, llenas de sueños bonitos, y las de vigilia, llenas de trabajo, de compañía, de risas y de felicidad. Por otra parte, un AÑO también debe tener sus horas y días menos buenos, así que también quiero que me traigáis días con lloros y tristeza. Días de lluvia, días de agobio, de impotencia y furia. Y noches intranquilas, con alguna que otra pesadilla.
Quiero ser y estar igual de sana que estoy ahora, y quiero conservar todos los tesoros que tengo ahora, que son cada una de mis amistades y cada uno de mis familiares. Quiero tener fuerza para acabar lo que he empezado y claridad de mente para decidir qué hacer después.

Sé a ciencia cierta que es mucho y muy difícil lo que os estoy pidiendo, porque en el fondo, queridos Reyes Magos, sé que estoy pidiéndomelo a mí misma. Voy a hacer un AÑO de este año. Allá vamos.