domingo, 24 de septiembre de 2006

Viviendo en el pasado

Tenía ganas de venir a Dresden por muchos motivos, y uno de ellos era el poder vivir en la antigua Alemania del Este. Nunca había pasado más de 10 días en un país con pasado comunista. Ahora sólo llevo una semana, pero he notado que Dresden destila esa esencia. No hay metro, sino tranvías, implantados cuando el suelo era de todos y se podía "derrochar". Se ven Trabis por la calle!!! No en museos, como cuando vas a Berlín, sino rodando, funcionando, viviendo en ese pasado que les creó, traqueteando por las calles de adoquines, que saben a antiguo. Las casas tienen ese aire triste, de edificio que pudo haber sido y ahora no es. Las avenidas principales son anchas, se hicieron preparadas para transportar grandes masas de gente, coches, tranvías y mercancías a través de la que iba a ser una de las ciudades más importantes de la Alemania unida cuando el muro cayera. Hacia donde ellos creían que caería, claro.
A las orillas del Elba hay eso, orillas. Extensiones de unos 100 o 200 metros que ahora en verano son praderas en las que relajarse y tomar el sol, y en invierno servirán para practicar esquí de fondo. El suelo era de todos, ¿para qué construir precisamente allí, si se inundaba en primavera? Gracias a esas crecidas y para proteger a la ciudad de ellas, se conservan las Elbufer(orillas del Elba), y cada vez que cruzo ese puente me quedo embobada mirándolas.
Hay tiendas donde venden productos de la RDA que me recuerdan al pobre protagonista de Goodbye Lenin! y que me hacen ver cuán diferente es aún una Alemania de otra. Viví un año en Hamburgo, y sí, los Ossis son aún distintos de los Wessis. ¿Cómo sentirse iguales, cuando de pronto, tras tantos años viviendo de una manera te dicen mira no, que llevas 30 años trabajando de un modo que estaba equivocado, que ahora trabajamos así y cuando quieras comprarte algo, vas a la tienda y te lo compras, no tienes que reunir cupones ni demostrar al Gobierno que lo necesitas. LLegas, miras, compras, te vas. Punto.
Esto no se "cura" en 15 años, como pensaron que sucedería. Esto llevará su tiempo. Unas cuantas generaciones, en mi opinión. Pero mientras, yo me voy a empapar de esto, para tenerlo grabado a fuego cuando se lo terminen de cargar.

jueves, 21 de septiembre de 2006

Believe it or not...

... el primer día ya tenía cuenta de correo, foto en la intranet, número de teléfono propio, tarjeta mágica para entrar en todos lados, pagar en la cantina y en el almacén de mercancía, me habían registrado en Dresden, me habían hecho un seguro y me habían empezado a buscar piso. Conclusión: los alemanes siguen siendo eficientes.
Tengo un jefe que se llama Sipi. Tengo unos compañeros de lab que me han hecho un hueco en el escritorio y otro en el banco de trabajo. A mi derecha, una granaína. A mi izquierda, una lisboeta. Tengo un iMac compartido preciosísisimo que aún no sé utilizar. He tenido que correr por todo el instituto presentándome a distintas personas y recibiendo charlas de formación: sobre la biblioteca, sobre cómo comprar (a cargo de mi grupo de investigación) lo que necesite para mis experimentos, la charla de seguridad o sobre cómo informar de que algo está roto o estropeado. Sipi me ha dado ya tres artículos (más) para leerme, y me ha aconsejado empezar a aprender algunas técnicas básicas.
Ayer cené con cuatro alemanes, un polaco, una austríaca, un italo-austríaco y una francesa. Me sentí geek por primera vez en mi vida, pero me lo pasé tannnnn bien...
Hoy he asistido a un seminario sobre cómo el retículo endoplásmico se comunica con el núcleo a través de la UPR o Unfolded Protein Response. Vivo en un palacio (la residencia del instituto) hasta que encuentre un piso. He visitado cinco pisos. Uno en medio de la nada (descartado), otro tipo pocilga (descartadísimo) otro bastante lejos del insituto (aún en duda) y dos con unas vistas impresionantes sobre el Elba, pero algo lejos de la vida nocturna (veremos). Mañana veo otros dos y espero poder decidirme. Mañana asistiré a un seminario de una de mis compañeras de grupo y luego hay cena en casa de Toughgirl.

Ayer, mientras volvía de visitar uno de los pisos, me puse los cascos, seleccioné aleatorio de canciones y...

Look at what's happened to me,
I can't believe it myself.
Suddenly I'm up on top of the world,
It should've been somebody else.

Believe it or not,
I'm walking on air.
I never thought I could feel so free.
Flying away on a wing and a prayer.
Who could it be?
Believe it or not it's just me.

It's like a light of a new day,
It came from out of the blue.
Breaking me out of the spell I was in,
Making all of my wishes come true.

Pues eso.

sábado, 16 de septiembre de 2006

A hard day's night

Tras el día entero llorando, ellos me hicieron sentirme yo. Mis tesoritos, digo. Tengo un puñao. Y ayer estuvieron los que tenían que estar. No lloré todo lo que temía llorar, pero recibí regalos que ni merezco ni esperaba. Entre cubatas, caipiriñas, fotos y amigos se me pasó la noche.
Mañana dormiré en Dresden. Y ellos se vendrán conmigo, todos metiditos en mi coraçao y mi cabeza.

lunes, 11 de septiembre de 2006

La ola perfecta

Ya sólo me quedan 6 días. Mi casa se ha convertido en un almacén de ropa de verano, de invierno, de libros, bufandas, guantes, fotos, recetas de cocina, documentos, toallas, bikinis, sábanas, maletas abiertas, cajas medio llenas, colonias, gorros de lana... y mi vida en los últimos días ha transmutado en una dulce rutina que me agota. Salir a comprar lo que me falta, volver e intentar encajarlo en algún sitio mientras ordeno la música en el portátil o las fotos en los CD's. Luego, cuando el calor amaina, hacer unas llamadas y salir a cenar a algún lado, con alguna gente. E intentar evitar hablar del domingo. Hacer como si pudiera entrar en los planes que hacen para dentro de dos fines de semana. Intentar que no se me haga un nudo en la garganta cuando pienso en que me tendré que despedir. Y volver a casa y buscar piso. Y apuntar números de teléfono en la agenda para ir a visitar casas cuando llegue. Y escribir mails con los que ya están allí para que me cuenten qué tal todo. Y que me digan que todo es perfecto, que qué ganas tienen de que llegue. Y que me vuelvan a entrar entonces las ganas que tengo de irme, de empezar a leer cosas, de empezar a cacharrear por el laboratorio, de hacer experimentos. Y cambiar tanto de estado de ánimo que no me reconozco cada cinco minutos. Mi vida se ha convertido en una ola que sube y baja a su antojo, según con quién hable, según qué música escuche. Puedo pasar de la risa al llanto en cuestión de segundos, pero sé que en una semana estaré allí, y quizá, quizá, todo esto me haga reír, porque voy en busca de lo que me he propuesto alcanzar.
Voy, montada en una ola, en busca de otra, la ola perfecta.


viernes, 8 de septiembre de 2006

Gracias, flaco


Yo pretendía llegar esta noche de Madrid y escribir sobre el concierto. Pero ahora me siento aquí delante y casi no puedo. Se lo curró. Se lo curró bien currado y nos tuvo en vilo las dos horas y media. Parecía que se iba y cantó tres canciones más. Nos hizo reír dando pases con la bandera con un par de tibias y una calavera, casi nos hizo llorar cuando cantó por los ausentes. Nunca le había visto en directo, pero cuando en Julio vi que iba a Las Ventas, supe que tenía que estar allí. Y no me equivoqué.
Dos horas y media de charla con él. Dos horas y media en las que, entre las proyecciones de fondo, sus teatrerismos, su banda y su carisma nos tuvo saltando, bailando, coreando. Venció a la tormenta, venció el miedo a una plaza a reventar y nos demostró que sigue ahí, y que sigue con fuerza. Le brillaban los ojos cuando ahogábamos su voz.
Él se baja en Atocha, y yo también.

sábado, 2 de septiembre de 2006

Las cajas

Una caja vacía no es motivo suficiente para llenarla. O al menos eso creía yo. Hasta hace una media hora, cuando mi padre me ha traído unas cajas enormes, vacías, para empezar mi mudanza.
Aquí caben muchas cosas
, me ha dicho, con voz triste.
Dejaré dos aquí
-he replicado recomponiéndome,- por si queréis mandarme cosas.

Y ahí está la primera caja. Vacía, aún. No quiero empezar a llenarla. Miro dentro y hay como un vacío, como un túnel en cuyo final no hay una luz, sino una nueva ciudad y una nueva vida. Cuando la llene, ésta y la otra, habré dado un primer paso. El segundo será abrirlas allí y comprobar que mis cosas no pegan en la casa que aún no tengo. Que son de aquí. Y que mi vida, que también es de aquí, tendrá que adaptarse, irremediablemente, a su nuevo yo. A mi nuevo yo. A mi nueva vida.