viernes, 17 de julio de 2009

No pude jugar

Ayer tuve un día de mierda. Fue un día de mierda más entre otros tantos, desde hace unas semanas. Hoy está siendo otro día de mierda, y mañana probablemente también.

Pero ayer hacía sol, y estuve todo el día pensando que, al menos, era jueves, y jueves significa frisbee. Al menos, podría estar tres o cuatro horas corriendo en el parque jugando al frisbee. Al menos podría desconectar y soltar un poco de la rabia acumulada lanzando el disco. Era lo único bueno que iba a tener el día de ayer. Y no pude jugar. And I couldn't f*ucking play. Da igual por qué, importa el qué: no-pude-jugar.

Estaba TAN furiosa. Caminaba de extremo a extremo del campo, intentaba auto convencerme de que no me dolía tanto, de que se me iba a pasar y podría jugar. Pero no pude. Lo único bueno de mi día, ni siquiera ocurrió. Y tuve que estar ahí sentada, viendo cómo los demás jugaban. Y me puse aún más furiosa.

Hacía años (exactamente 6) que no estaba tan furiosa por algo. Evidentemente, en el caso de ayer el motivo no sólo era que no pude jugar. Evidentemente. Pero la rabia que sentí me recordó tanto a aquellos días que me puse aún más furiosa.

Luego decidí que ya era suficiente sufrimiento no poder jugar como para encima estar ahí viendo a los demás. Cogí mi bici y me fui a casa. Lloré por el camino, lloré cuando llegué a casa y lloré en la ducha. Y después de todo eso, cuando creí que nada malo podría pasar, porque al día le quedaban 2 horas, tuve que hacerle un favor a alguien que ni siquiera me cae bien. Y volviendo a casa lloré, y me acosté y lloré.

Y todo (incluyendo el día de mierda de hoy) hubiera sido tanto mejor si ayer hubiera podido jugar...

jueves, 9 de julio de 2009

Verano en Dresden


Alba y yo saliendo del lab, ayer, día 8 de Julio de 2009. Así es el verano en Dresden, amigos y amigas.

Y yo ya estoy pelín harta.

sábado, 4 de julio de 2009

Everybody knows

Me da rabia querer describir lo que viví, porque cualquier cosa que escriba será incapaz de hacerle justicia al espectáculo que Mr. Cohen nos brindó anoche.
Empezando con "Dance me to the end of love", siguiendo con "Everybody knows" y compartiendo esa voz cada vez más grave y más rota con nosotros, consiguió tenerme con la boca abierta durante tres horas. Y aún hoy conservar una sonrisa boba en mi cara.

"Bird on the wire" me sonó mucho más triste que de costumbre, quizá porque lo vi a él, intentando explicarse a sí mismo por qué había hecho las cosas así, y pidiendo perdón a quién sabe qué persona por quién sabe qué cosas.

Cuando empezó a sonar "Suzanne" llamé a mis padres y compartí con ellos ese momento mágico. Y es que si no fuera por ellos, yo nunca hubiera ido ayer a Berlín a ese concierto.

Más tarde sonó "Hallelujah" y yo no me podía creer el hecho de estar oyendo en directo mi canción favorita de todos los tiempos. No me podía creer que ese tipo con traje y sombrero, de 74 años, pudiera hacerme sentir todo lo que sentí ayer.

Salió del escenario sin haber cantado "First we take Manhattan", y le obligamos a volver, porque nos tenía atrapados, y queríamos oírselo decir: "First we take Manhattan... then we take Berlin".

Y al final, nos conminó a ser felices de cualquier modo, y a buscar las buenas cosas en la familia y los amigos. Y si faltan, en la soledad.

Thank you, Mr. Cohen.

miércoles, 1 de julio de 2009

La vida ya podría ser sueño

El domingo tuve la peor noche en mucho tiempo. Después de un fin de semana de bastantes emociones, me acosté el domingo con mucha incertidumbre, mucho nerviosismo y bastante preocupación. Me dormí fácilmente, pero me desperté continuamente durante toda la noche. Como viene siendo habitual desde que vine a Alemania, descargué además el nerviosisimo sudando como un pollo.

Lo inusual fue que soñé mucho. Bueno, fue todo el tiempo el mismo sueño, pero los 10-20 minutos que conseguía dormir seguidos, conseguía soñar. Y era un sueño bueno. Vaya que si era bueno. En él, todos los motivos que tengo para estar nerviosa, preocupada y llena de incertidumbres, se disolvían. Todo salía bien. Todo se arreglaba. Alles war wieder gut.

Y me despertaba. Y me volvía a dormir. Y me despertaba. Y me volvía a dormir. Y en esos 10 segundos en que me despertaba, todo era borroso, y yo me alegraba sobremanera de que todo se estuviera arreglando. Me volvía a despertar y volvía a ser totalmente feliz porque todo estaba saliendo bien. De pronto, todo estaba bien, se me acababan los problemas y todos éramos felices. Todos. Qué buena noche, al fin y al cabo, quitando el sudor y las intermitencias.

Pero llegó la mañana, sonó el despertador y estuve despierta algo más de 10 segundos. Y ahí sucedió: me di cuenta de que todo había sido un sueño. En un instante, toda la alegría acumulada durante horas se desvaneció. Fue como una piedra que cae sobre el estómago y te intenta hundir. Fue una certeza tan clara, un desengaño tan cruel, que por un momento pensé que eso estaba siendo el sueño.

Y el lunes tuve el peor lunes en años.