Así es que esto era. Esta furia en mi interior. Ese sentimiento de inutilidad, de futilidad, de impotencia. Esa furia que se convirtió poco a poco en simple y llana tristeza. Me dicen que una white stripe vendrá. Que esto que nos pasa es sólo una (muy muy larga) black stripe. Sé que no tiene sentido preguntarse por qué nos pasa todo esto, pero, a veces, sobre todo en estos momentos, es inevitable.
Evidentmente no hay ninguna respuesta. Ni la habrá. Es simplemente así como vienen las olas. Una detrás de otra. Y por muy fuerte que uno sea, al final te acaban tumbando. Y nada tiene sentido estando tan lejos. Porque joder, qué coño hago aquí? De qué coño serviría estar allí? De nada. De absolutamente nada. Porque no hay nada que les pueda consolar, porque no hay nada bueno, todo es malo. Y yo intento convencerla, cada vez más convencerme a mí misma de que sí, de que hay cosas buenas, pero es que yo ya tampoco las veo. Y la gente me pregunta que qué me pasa. Que cómo es que la persona más feliz que conocen está triste. Pues sí, triste y furiosa. Porque una ya no puede más. Claro que sé que es cuestión de tiempo y que en dos días seré de nuevo Elena la que siempre sonríe e intenta estar siempre alegre. Pero todo esto va dejando una huella. Son muchos años ya de aguantar una ola tras otra. Y los cimientos están empezando a fallar. La cuota de mala suerte ya la hemos cumplido; manden un poco de la buena, porque el barco se está yendo a pique.
Evidentmente no hay ninguna respuesta. Ni la habrá. Es simplemente así como vienen las olas. Una detrás de otra. Y por muy fuerte que uno sea, al final te acaban tumbando. Y nada tiene sentido estando tan lejos. Porque joder, qué coño hago aquí? De qué coño serviría estar allí? De nada. De absolutamente nada. Porque no hay nada que les pueda consolar, porque no hay nada bueno, todo es malo. Y yo intento convencerla, cada vez más convencerme a mí misma de que sí, de que hay cosas buenas, pero es que yo ya tampoco las veo. Y la gente me pregunta que qué me pasa. Que cómo es que la persona más feliz que conocen está triste. Pues sí, triste y furiosa. Porque una ya no puede más. Claro que sé que es cuestión de tiempo y que en dos días seré de nuevo Elena la que siempre sonríe e intenta estar siempre alegre. Pero todo esto va dejando una huella. Son muchos años ya de aguantar una ola tras otra. Y los cimientos están empezando a fallar. La cuota de mala suerte ya la hemos cumplido; manden un poco de la buena, porque el barco se está yendo a pique.
2 comentarios:
Ehhhhh, túuuuu!! Anímate!!! Que si no me enfado...o me pongo triste y me lío a llorar, y como yo me líe a llorar tú sabes que llora toooodo el mundo, jejejeje.
Un besitooo, que ya queda menos para vernos!
Peque! yo estoy ahí, debajo de la ola, para intentar hacerte la caida más suave, aunque estemos lejos.
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