Hacia tiempo que no me pegaba yo un finde como este. Fiesta el viernes, con buenas copas y mejores companyias. Spa en Bad Schandau el sabado con las ninyas portuguesas, y por la noche ooootra fiesta, esta vez con algo menos de alcohol, claro. Brunch con la mafia latina el domingo al mediodia, seguido de paseito por el Elbe hasta los castillos y de un cafe con tarta en Zaza. Luego nos pillo un tormenton de quince minutos, pero llegar a casa empapada merecio la pena.
Dresden es una ciudad ambigua. A veces odias todo, te quejas de la poca gente, de que sea siempre la misma poca gente, de que no hay nada que hacer, de que la parte no arreglada es decadente y fea, de que se ven demasiados nazis por la calle. Y hay otras veces, como este fin de semana, en las que una se reconcilia con la ciudad. Te da una tregua y tu la aceptas, y la vuelves a querer un poquito. Y subes a los castillos y miras el valle. Y te gusta vivir aqui.
lunes, 17 de marzo de 2008
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3 comentarios:
Este fin de semana he tenido exáctamente esa sensación (otra vez) con Madrid...
Sí pasa de vez en cuándo. A veces "odias" literalmente una cosa, y otras, no sé que alineamiento de planetas ha de darse, te encanta y no te irías por nada del mundo. Si es que mira que somos complicados... Disfruta mucho de tu experiencia, tiene que ser impresionante, saludos ;)
Bueno chica, esto pasa con todas las ciudades. Creo.
En Barcelona no, nanananana.
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