Tres días. Tres laaaaaargos días pegada a la pantalla de mi portátil haciendo el maldito póster. Porque no es fácil, no. Primero, aprende a utilizar el programita de marras. Que no digo yo que no sea útil, pero desde luego no lo hicieron para gente como yo. Luego, y después de tres días más que te has pasado antes cuantificando tus datos, ponte a armar el maldito póster. Que casi hubiera preferido que me eligieran para una charla, eh? Que no sé si vencería antes al programita odioso o al miedo escénico. Que cuando el domingo por la tarde, a eso de las siete y media, cuando llevas en el laboratorio desde las 12 de la mañana librando la batalla se te cae el programita y pierdes todo lo que has hecho ese día. Porque no, amiguitos, el Adobe Illustrator no guarda los cambios periódicamente. Hay que recordárselo, pobrecito. Que hoy, cuando se lo enseñas al jefe y piensas que en media horita lo bajas al photolab a imprimirlo, te dicen que no, que mejor cambias un poco el abstract y le pones una línea punteada a la figura dos, y además cambias las fotos de la uno, que no se ven bien las acumulaciones. Pero que por lo demás, que qué bonito, que qué bien hecho para ser el primero. No te jode, llevo tres días sentada....
Y lo de la línea punteada no son cinco minutos, que te lo has creído tú. Son veinticinco. Cambiar el abstract es más corto, pero luego vuelve a alinear todo con respecto al nuevo tamaño. Y ya. Por fin. Has terminado el maldito póster.
Para que el jueves en Amsterdam nadie se dé cuenta de que me llevó media hora hacer la puñetera línea punteada...
Y lo de la línea punteada no son cinco minutos, que te lo has creído tú. Son veinticinco. Cambiar el abstract es más corto, pero luego vuelve a alinear todo con respecto al nuevo tamaño. Y ya. Por fin. Has terminado el maldito póster.
Para que el jueves en Amsterdam nadie se dé cuenta de que me llevó media hora hacer la puñetera línea punteada...
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