Cuando era niña y veraneaba en el pueblo, mi madre nos mandaba a mi hermana y a mí cada mañana con la lechera a la lechería. Allí, una señora enorme sacaba la leche tibia recién ordeñada de una cántara metálica gigante y llenaba nuestra lechera verde de plástico. Volvíamos a casa y mi madre nos ponía un vaso de leche a cada una. Al calentar la leche en el cazo separaba la nata y la ponía en un vaso en la nevera. Por la tarde le echaba azúcar y se la tomaba para la merienda. También nos mandaba a la tienda a comprar lo que le hiciera falta. Cruzábamos la plaza y entrábamos en la tienda con nuestra lista escrita en un papel. Entre eso y el acento sevillano, Marga, la tendera, se moría de risa con nosotras. Volvíamos a casa y mi madre nos regalaba la vuelta para ir a comprar chuches al estanco.
Esta mañana en mi panadería favorita había dos hermanos dos puestos por delante de mí en la cola. Tendrían entre 7 y 10 años. Al tocarles el turno, han desdoblado un papelito con caligrafía de escolar, y le han leído a la panadera lo que querían: Dos Vollkornbrötchen, dos doppelte Brötchen, dos Schokocroissants y un Dinkelbrot. Al preguntarles la panadera que si querían algo más (Habt ihr noch ein Wunsch?), el hermano pequeño le ha dicho al mayor muy bajito: Mamá ha dicho que podemos comprarnos un Pfannkuchen si queremos. Así que han salido de la panadería con una bolsa enorme de pan, un Pfannkuchen en la mano y la cara llena de azúcar.
Y yo me he acordado de ir balanceando la lechera de camino a casa pensando qué chuche me compraría aquella mañana.
Esta mañana en mi panadería favorita había dos hermanos dos puestos por delante de mí en la cola. Tendrían entre 7 y 10 años. Al tocarles el turno, han desdoblado un papelito con caligrafía de escolar, y le han leído a la panadera lo que querían: Dos Vollkornbrötchen, dos doppelte Brötchen, dos Schokocroissants y un Dinkelbrot. Al preguntarles la panadera que si querían algo más (Habt ihr noch ein Wunsch?), el hermano pequeño le ha dicho al mayor muy bajito: Mamá ha dicho que podemos comprarnos un Pfannkuchen si queremos. Así que han salido de la panadería con una bolsa enorme de pan, un Pfannkuchen en la mano y la cara llena de azúcar.
Y yo me he acordado de ir balanceando la lechera de camino a casa pensando qué chuche me compraría aquella mañana.
2 comentarios:
Mi madre también nos mandaba a la lechería ¡y con la nata hacía rosquillas!
Si es que las cosas ya no son como antes: ya no hay lechería, no tenemos estanco, la tienda de la Marga ya no es de la Marga y ni siquiera vamos a pasar el verano al pueblo... Cómo nos hacemos viejas, Elena!!
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