La semana pasada vino de visita al laboratorio Alfonso Martínez Arias. Este señor trabaja en la Universidad de Cambridge. Su laboratorio está dedicado al estudio de la biología del desarrollo en la mosca de la fruta, Drosophila melanogaster. Especialmente dedicado está desde hace unos 15 años a las vías de señalización Notch y Wingless (Wng). Él postula que están tan interconectadas que son sólo una, que él llama Wntch. Vino con él una de sus postdocs, Nicole Gorfinkel, una chica uruguaya muy muy simpática que dio un seminario sobre dorsal closure en Drosophila. Él, al día siguiente, dio uno sobre Wntch. Ambos me gustaron mucho, y el de Alfonso sobre todo me recordó mucho a mis años en la Facultad. Su manera de explicar las cosas se parecen mucho a las de mis profesores de Genética, los culpables de que me picara el gusanillo de la Ciencia. Mientras daba su seminario, pensaba continuamente… pero qué español que es… Tras 25 años en Cambridge, todavía tiene un acento patatero en inglés, típico de los que lo estudiaron de mayores. Es apasionado, cuenta las cosas como si estuviera contando una historia de piratas y corsarios, y cuenta chistes. Más o menos afortunados, pero al menos lo intenta.
Por suerte, la tarde del segundo día tuve la oportunidad de charlar con ellos un rato, sin nadie más alrededor, y no sólo de Ciencia. Los pillé descansando en uno de los rellanos, donde tenemos unos sillones la mar de cómodos. Tenían cara de cansados, así que me acerqué con la intención de felicitarlos por los seminarios e irme. Pero me hicieron sentarme y charlamos un buen rato. Se alegraron de poder hablar con alguien en español y poder descansar de estar todo el día con group leaders hablando de los últimos experimentos y de Ciencia en general. Me sorprendió, porque normalmente, los científicos tienen (yo no me incluyo) una capacidad ilimitada de hablar de trabajo continuamente, a todas horas y en todas circunstancias. Así que, como digo, estuvimos charlando hasta del tiempo. Les conté también de qué iba mi proyecto, y Alfonso me ofreció ir a Cambridge cuando quisiera para hacer algunos experimentos y quizá colaborar con algún otro laboratorio que también está mirando lo que yo. Me pareció un gesto muy amable y lo agradecí mucho. Intercambiamos mails y en una de ésas le pregunté cuánto tiempo llevaba fuera de España. Me preguntó:
-Cuántos años tienes tú?
-Veintitrés.
-Yo llevo veinticinco fuera de España.
Aún así, si lo veis por la calle, no dudáis de que este tipo es español. Me di cuenta de que la “españolidad”, sea lo que sea, no se va fácilmente, y la verdad, me alegré. Yo nunca he sido muy española, es decir, me gusta mi país (con sus cosas buenas y sus cosas malas) pero como bien se puede comprobar, no tengo ningún problema en estar lejos. Lo que no significa, por otra parte, que esté desconectada. Apuesto lo que sea a que sé más de lo que está pasando en España ahora mismo que muchos de mis amigos en Sevilla. Pero bueno, a lo que iba. Que el tío, aun llevando 25 años fuera de España, no ha perdido nada de su manera de ser, de su educación, de sus dejes…
A continuación le pregunté si no echaba de menos España. Se paró un momento y dijo:
-Sabes? Hay un punto de no retorno. Llega un punto en que asumes que no vas a volver. Son tres, cinco, diez años, pero ese punto llega algún día.
En un primer momento me dio un poco de miedo. Le debería haber preguntado si ni siquiera iba a volver una vez jubilado. Supongo que en algún momento te entran las ganas de volver… En aquel momento pensé que yo sería fácilmente atrapada pore se punto de no retorno, y como digo, me dio un pco de miedo.
Sin embargo, lo he estado pensando estos días, y en realidad, tampoco está tan mal que llegue el punto de no retorno. Si eres capaz de seguir siendo tú mismo, con tus españolidades, qué más da dónde estés? Ahora me da menos miedo.
Por suerte, la tarde del segundo día tuve la oportunidad de charlar con ellos un rato, sin nadie más alrededor, y no sólo de Ciencia. Los pillé descansando en uno de los rellanos, donde tenemos unos sillones la mar de cómodos. Tenían cara de cansados, así que me acerqué con la intención de felicitarlos por los seminarios e irme. Pero me hicieron sentarme y charlamos un buen rato. Se alegraron de poder hablar con alguien en español y poder descansar de estar todo el día con group leaders hablando de los últimos experimentos y de Ciencia en general. Me sorprendió, porque normalmente, los científicos tienen (yo no me incluyo) una capacidad ilimitada de hablar de trabajo continuamente, a todas horas y en todas circunstancias. Así que, como digo, estuvimos charlando hasta del tiempo. Les conté también de qué iba mi proyecto, y Alfonso me ofreció ir a Cambridge cuando quisiera para hacer algunos experimentos y quizá colaborar con algún otro laboratorio que también está mirando lo que yo. Me pareció un gesto muy amable y lo agradecí mucho. Intercambiamos mails y en una de ésas le pregunté cuánto tiempo llevaba fuera de España. Me preguntó:
-Cuántos años tienes tú?
-Veintitrés.
-Yo llevo veinticinco fuera de España.
Aún así, si lo veis por la calle, no dudáis de que este tipo es español. Me di cuenta de que la “españolidad”, sea lo que sea, no se va fácilmente, y la verdad, me alegré. Yo nunca he sido muy española, es decir, me gusta mi país (con sus cosas buenas y sus cosas malas) pero como bien se puede comprobar, no tengo ningún problema en estar lejos. Lo que no significa, por otra parte, que esté desconectada. Apuesto lo que sea a que sé más de lo que está pasando en España ahora mismo que muchos de mis amigos en Sevilla. Pero bueno, a lo que iba. Que el tío, aun llevando 25 años fuera de España, no ha perdido nada de su manera de ser, de su educación, de sus dejes…
A continuación le pregunté si no echaba de menos España. Se paró un momento y dijo:
-Sabes? Hay un punto de no retorno. Llega un punto en que asumes que no vas a volver. Son tres, cinco, diez años, pero ese punto llega algún día.
En un primer momento me dio un poco de miedo. Le debería haber preguntado si ni siquiera iba a volver una vez jubilado. Supongo que en algún momento te entran las ganas de volver… En aquel momento pensé que yo sería fácilmente atrapada pore se punto de no retorno, y como digo, me dio un pco de miedo.
Sin embargo, lo he estado pensando estos días, y en realidad, tampoco está tan mal que llegue el punto de no retorno. Si eres capaz de seguir siendo tú mismo, con tus españolidades, qué más da dónde estés? Ahora me da menos miedo.