Durante el primer anyo de doctorado, uno de los Thursday speakers fue Peter Lawrence. No nos habló de su Ciencia, sino que tituló su charla Why are we scientists? El auditorio se llenó. Supongo que siendo Sir Peter Lawerence se hubiera llenado casi seguro de todos modos, pero estoy segura de que ese título animó a mucha gente a ir a escucharle.
No recuerdo mucho de la charla, excepto que criticó la manera actual de hacer Ciencia basándose en publicar cuanto más y con más alto impacto, mejor. Criticó que hubiera laboratorios que aparcan proyectos interesantes porque no los pueden publicar en la Santísima Trinidad (Cell, Science o Nature). Proyectos buenos, historias bonitas que contestan preguntas importantes, y que podrían ser publicados en otras revistas, quedan en un cajón sin ver nunca la luz. Criticó que eso va en contra del sentido último del hacer Ciencia, que es saciar la curiosidad. Recuerdo que criticó que los jefes de grupo se llevaran todo el honor en los congresos, cuando somos los estudiantes y los postdocs los que nos pasamos horas y horas y horas (y horas y horas...) produciendo los resultados, simplemente porque el nombre de un pez gordo en el programa de un congreso atrae a más gente que el nombre de un desconocido.
Sin embargo, nos recordó que hay algo que nadie nos puede quitar, y que es el motivo último, según él, por el cual somos científicos. Eso que nadie, nunca, nos podrá arrebatar es el momento exacto en que ves un resultado por primera vez. Puede ser a medianoche sentado en el microscopio, y de pronto, al empezar un nuevo stack, ves lo que llevabas anyos buscando. Puede ser en cualquier momento en el lab, analizando datos, y al hacer el test estadístico, comprobar que las diferencias son significativas. Puede ser un día pensando sobre tus experimentos; te pones a garabatear un modelo que intente explicarlos todos y de pronto, ante tus ojos, aparece la respuesta que da cabida a todas tus observaciones. Ese momento no te lo puede quitar nadie. Es tuyo. Eres el primer ser humano en la Historia que ha observado tal o cual fenotipo, o que ha visto que tal o cual diferencia es real. El primero. Por unos momentos nadie más en el planeta sabe lo que tu sabes. Esa alegría indescriptible, esa euforia momentánea, ese eureka de Arquímedes en la banyera es lo que nos hace seguir adelante cuando todo parece ir en contra.
Pensar en que vas a hallar la respuesta es lo que te da fuerzas para venir cada día al lab y pasar aquí jornadas de 17 y 18 horas. Es lo que te compensa cuando, al llegar a tu casa a las 2 de la manyana tienes que elegir entre comer o dormir, y eliges dormir, porque manyana tienes que estar en el lab a las 8 de nuevo. Es lo que te hace negar ciegamente que esto sea una esclavitud y afirmar igual de ciegamente que trabajar 7 días a la semana es lo normal. Me tomaréis por loca, pero no lo estoy.
Os aseguro, y sé que hay científicos a punyados que me apoyan, que es cierto. Yo acabo de vivir uno de esos momentos. Justo ahora. Aún estoy sentada al microscopio, y esto que escribo es mi manera de saltar de alegría por dentro.
Compensa, compensa TODO.
No recuerdo mucho de la charla, excepto que criticó la manera actual de hacer Ciencia basándose en publicar cuanto más y con más alto impacto, mejor. Criticó que hubiera laboratorios que aparcan proyectos interesantes porque no los pueden publicar en la Santísima Trinidad (Cell, Science o Nature). Proyectos buenos, historias bonitas que contestan preguntas importantes, y que podrían ser publicados en otras revistas, quedan en un cajón sin ver nunca la luz. Criticó que eso va en contra del sentido último del hacer Ciencia, que es saciar la curiosidad. Recuerdo que criticó que los jefes de grupo se llevaran todo el honor en los congresos, cuando somos los estudiantes y los postdocs los que nos pasamos horas y horas y horas (y horas y horas...) produciendo los resultados, simplemente porque el nombre de un pez gordo en el programa de un congreso atrae a más gente que el nombre de un desconocido.
Sin embargo, nos recordó que hay algo que nadie nos puede quitar, y que es el motivo último, según él, por el cual somos científicos. Eso que nadie, nunca, nos podrá arrebatar es el momento exacto en que ves un resultado por primera vez. Puede ser a medianoche sentado en el microscopio, y de pronto, al empezar un nuevo stack, ves lo que llevabas anyos buscando. Puede ser en cualquier momento en el lab, analizando datos, y al hacer el test estadístico, comprobar que las diferencias son significativas. Puede ser un día pensando sobre tus experimentos; te pones a garabatear un modelo que intente explicarlos todos y de pronto, ante tus ojos, aparece la respuesta que da cabida a todas tus observaciones. Ese momento no te lo puede quitar nadie. Es tuyo. Eres el primer ser humano en la Historia que ha observado tal o cual fenotipo, o que ha visto que tal o cual diferencia es real. El primero. Por unos momentos nadie más en el planeta sabe lo que tu sabes. Esa alegría indescriptible, esa euforia momentánea, ese eureka de Arquímedes en la banyera es lo que nos hace seguir adelante cuando todo parece ir en contra.
Pensar en que vas a hallar la respuesta es lo que te da fuerzas para venir cada día al lab y pasar aquí jornadas de 17 y 18 horas. Es lo que te compensa cuando, al llegar a tu casa a las 2 de la manyana tienes que elegir entre comer o dormir, y eliges dormir, porque manyana tienes que estar en el lab a las 8 de nuevo. Es lo que te hace negar ciegamente que esto sea una esclavitud y afirmar igual de ciegamente que trabajar 7 días a la semana es lo normal. Me tomaréis por loca, pero no lo estoy.
Os aseguro, y sé que hay científicos a punyados que me apoyan, que es cierto. Yo acabo de vivir uno de esos momentos. Justo ahora. Aún estoy sentada al microscopio, y esto que escribo es mi manera de saltar de alegría por dentro.
Compensa, compensa TODO.
9 comentarios:
¡Enhorabuena por los resultados!
Estoy de acuerdo que la ciencia no se debe hacer solo para publicar en revistas de alto factor de impacto , también ocurre lo mismo en otras profesiones. En medicina no se hacen ensayos clínicos de fármacos no rentables comercialmente , o no se estudian enfermedades llamadas raras porque no tienen interés . Pero esas son las reglas del juego que han impuesto ( si no publica no hay subvención) si no hay sponsor no hay ensayo clínico. Vosotros los jóvenes debéis hacer un esfuerzo por cambiar las reglas del juego. Seguro que lo haréis mejor.
Sir William Gladstone, primer ministro británico, a mediados del siglo XIX le preguntó intrigado al científico Michael Faraday sobre la utilidad de aquellos extraños fenómenos sobre los que estaba investigando. La respuesta de Faraday fue que lo desconocía en ese momento, pero que al cabo de unos años su gobierno probablemente ya los habría gravado con un impuesto.
Me alegro un montón... Pura ración de optimismo en tu blog. Es un gran esfuerzo personal el que sin duda estás haciendo pero, el que te hayas dado cuenta de que para ti compensa, es ya, de hecho, tu primera re-compensa. Y no será la última.
(Qué entrada más bonita).
Entiendo esa sensación, debe ser maravillosa y espero tener el honor de conocerla algún día.
Así habré aportado algo, como haces tú.
Gracias a todos :)
Una se cree que es alguien y todo.
me alegro, me alegro mucho por ti. Porque todos los que os atrevéis a investigar os merecéis saborear ese momento.
Te lo has ganado!
Gracias, Merak. Por cierto, cuánto tiempo sin verte por aquí... se me olvida que la gente me lee y cuando me doy cuenta me da aún más vergüencita...
Asquerosa! Se me han saltado las lágrimas y todo de la emoción de que mi Elenita haya tenido su gran momento de gloria científico!
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