Bueno, pues mis padres estuvieron aquí el fin de semana pasado, de jueves por la tarde hasta domingo por la tarde. Y muy bien. Entraron a mi piso nuevo (me mudé en Diciembre y ellos no lo habian visto) y se deshicieron en ooohhhssss aahhhhssss qué bonitoooooo qué luminosooooo qué grandeeeee, qué bonito lo tienes todo puestoooo. Diez minutos más tarde, mi madre ya me había reorganizado el salón y la mitad del dormitorio. Teniendo en cuenta que vivo en 60 metros cuadrados (muy bien distribuidos, eso sí), imagináos cómo fue la revolución. El resto del jueves por la tarde, los dos se dedicaron a maquinar (con mis poco apreciadas intervenciones) cómo podrían ponerme, en un solo fin de semana, el piso perfecto. Así que el viernes allá que fuimos a IKEA los tres, como el trío la la la. Y digo la la la porque pareciamos caperucita roja pero en vez de cestita con bolsa amarilla del IKEA... Tra la ra, tra la ra, ahora cojo esto, ahora cojo aquello... en fin, que nos juntamos con un carro y una bolsa amarilla hasta arriba de cosas. Y decidimos que no podíamos ya coger el mueble de 40 cm y la encimera de 1,26 m para la cocina que mi madre había planeado para dejarme 'una cocina como Dior manda'. Asi que llamamos a un taxi (no habrán ustedes comprado mucho, no?- me dijo la del radiotaxi dresdenense) y nos fuimos a casita. Mi madre se quedó allí empezando a organizar las compras, pero claro, mi padre y yo VOLVIMOS AL IKEA. Sí sí, dos veces en un día, habéis leído bien, amiguitos. Volvimos a recorrer toooooooooooooodas las secciones y llegamos al sitio donde se cogen los muebles. Cogimos, pagamos y fuimos al Baumarkt (el leroy merlin pero que en Alemania tienen mil en cada ciudad, es que son muy 'do it yourself' estos alemanes) a cortar la encimera. Volvimos a llamar a un taxi (la misma chica me volvió a preguntar si habíamos comprado mucho, qué vergüenza más gorda) y nos fuimos a casa. Al llegar mi madre se había transmutado en un torbellino y yo empecé a añorar mi casa toda en orden y sin nada por medio. En fin. Para cenar me los llevé al restaurante que está debajo de mi casa, muy rico todo, pero estábamos reventados. El sabado mi padre y yo montamos el mueble de la cocina (con sus correspondientes equivocaciones, desmontes y vueltas a montar), pusimos las encimeras y terminamos de hacer agujeros para colgar cuadros y demás cosas, mientras mi madre se ocupaba de limpiar las ventanas con agua y jabón, por dentro y por fuera (es que los españoles somos mu limpios, y he de reconocer que las ventanas tenían una poca de mierda), y me revolucionaba el dormitorio y la cocina. Dimos los ultimos retoques, cenamos una buena tortilla con atún y luego nos fuimos de copas al Blue Note, donde tocaba un chaval canario que nos gustó mucho. Mi madre se animó y nos convenció para tomarnos la penúltima, así que allí me ves con mis padres en un local de jazz de Dresden... joder qué bien me lo pasé.
El domingo, día del Señor, nos lo tomamos de asueto y como hacía un día de cambio climático nos fuimos a disfrutar de los rayos ultravioleta del sol sajón. Luego fuimos a la fiesta de cumpleaños de Paula, que cumplía un año, y mi padre se soltó hablando inglés con mi jefe... im-presionante. Luego los monté en un taxi para que fueran al aeropuerto, ya que se empeñaron en que yo no fuera.
Yo volví a mi casa, admiré lo bonita que ha quedado y empecé a echarles de menos.
El domingo, día del Señor, nos lo tomamos de asueto y como hacía un día de cambio climático nos fuimos a disfrutar de los rayos ultravioleta del sol sajón. Luego fuimos a la fiesta de cumpleaños de Paula, que cumplía un año, y mi padre se soltó hablando inglés con mi jefe... im-presionante. Luego los monté en un taxi para que fueran al aeropuerto, ya que se empeñaron en que yo no fuera.
Yo volví a mi casa, admiré lo bonita que ha quedado y empecé a echarles de menos.